Concurso de puentes de acero: El Paso de la UP al podio

Ojos dilatados, respiración agitada, atención concentrada, flujo de adrenalina y el pulso a toda velocidad. No me refiero a un deportista a segundos de iniciar su participación, sino a ingenieros civiles… Estoy consciente de que pocas veces en su vida laboral un ingeniero civil experimenta ese tipo de situaciones. Sin embargo, el concurso de puentes de acero logra esas reacciones en todos los participantes. Eso es parte de las emociones que se generan al participar en un concurso internacional, representando a la universidad en la que se estudia, representando al país en el que se vive.

Me permito decir que es una competencia que consta de muchas partes y requiere grandes esfuerzos físicos, aplicación de conocimientos, experiencia, recursos y un poco de astucia. Desde el año 2015 he participado en este concurso; los primeros dos años fui capitán del equipo y en la última edición asesor; y a pesar del cambio en mi rol dentro del equipo la emoción es la misma, como si fuera la primera vez que voy.

El proceso para la preparación del concurso comienza definiendo al equipo, aquellos participantes que tengan la pasión y la curiosidad, así como conocimientos afines al proyecto. La organización de nuestra representación en este año se realizó de manera ejemplar, esto gracias a nuestro capitán Edson López, quien dividió el desarrollo en tres etapas:

  • Etapa de estructuración, cálculo y diseño. En esta primera se involucran los estudiantes que bien podrían ser los próximos calculistas de ALBA, son los estudiantes que conocen a grandes rasgos el comportamiento de una armadura, de conexiones metálicas y de la importancia de la geometría en una estructura. Puedo decir que esta etapa es la más abstracta e iterativa, como en cualquier proyecto real; prácticamente se le dedican tres meses al diseño; se tiene que asegurar una estructura ligera, resistente a las cargas de concurso, práctica y fácil de construir y armar; así como que cumpla con las 40 páginas de las bases del concurso.
  • La segunda etapa es la de fabricación. Gracias a nuestros patrocinadores, el puente se fabricó en un taller con la más alta calidad, y quedó totalmente a nuestro gusto. Tengo que aclarar que en los dos años pasados del concurso, nuestros puentes no habían sido capaces de resistir la carga aplicada, es decir, colapsaban antes de llegar a la carga total. Eso aparte de generar tristeza y decepción, también nos descalificaba del evento. Todo aquel que haya trabajado con alguna estructura de acero sabe la importancia de la fabricación de los elementos, de ahí que la razón por la que los puentes de concursos anteriores hayan colapsado no es error de cálculo o diseño, sino de lograr fabricar lo que se modela en un programa de análisis. La pequeña gran diferencia este año es que hicimos una prueba de carga lo más cercana a la que sería realizada en el concurso y de manera esperanzadora nuestro puente resistió sin inmutarse, dándonos una idea a grandes rasgos de nuestro alcance en el concurso.
  • La tercera etapa consiste en descifrar el mejor procedimiento para armar el puente, cumpliendo con reglas de tiempo, espacios y herramientas. Es la etapa que genera más dudas sobre el cumplimiento de reglas. También es cuando después de cuatro horas de practicar bajo el sol, descubrimos que todavía hay fallas en el proceso, que el tiempo de armado está muy lejos de ser competitivo, por eso es imprescindible mantener la motivación y liderazgo para salir adelante.

Llegar a Texas es tener las expectativas al máximo. Y conocer el auditorio donde se va a realizar el evento es lo más cercano que un ingeniero civil puede estar de experimentar la sensación de un deportista momentos antes de una competencia de alto rendimiento. En ese instante, todo lo que se haya hecho antes llega a su culminación. Es momento de demostrar y de representar con honor, por uno mismo, por el equipo y por la universidad.

La competencia está llena de altibajos. Debido a la cantidad de equipos que participan es claro que mantener la concentración por tantas horas se vuelve muy complicado, especialmente si para participar se tienen 13 equipos por delante. Por otro lado, ser de los primeros turnos ocasiona incertidumbre y nervios, ya que no hay tiempo de observar técnicas de otros equipos o la severidad de los jueces. A fin de cuentas lo importante es poder entrar en la zona de concentración antes de participar, aunque esto no desecha la posibilidad de ocurrencia de pequeños errores, como que un integrante del equipo en plena competición pierda fricción en sus zapatos y sufra las consecuencias de la gravedad cayendo en la zona de armado, tirando junto con él unas 14 tuercas, las cuales equivalen a 14 penalizaciones de 5 segundos al tiempo total de armado, cada una.

Así de importantes son los detalles, se nos exige no tirar herramientas, elementos; no pisar en ciertas zonas del área de armado, no apoyar el peso completo en el puente, entre muchas otras cosas. Y para hacer cumplir esas reglas a cada momento, están dispuestos alrededor de la zona de construcción 4 o 5 jueces con un ojo especial para gritar “drop”, “line”, “footing”, muy parecido a cuando un árbitro en pleno partido de futbol está constantemente marcado faltas y sacando tarjetas, o como cuando el jefe en la oficina está recalcando errores en voz alta; algo no muy alentador pero que es parte del espíritu de la competición.

Debo decir que participar en este evento me ha llenado de orgullo, un orgullo que ha crecido a cada año, que me ha hecho ver que las universidades de México no tienen nada que pedirle a las de Estados Unidos, al menos a las de Texas; que los estudiantes mexicanos somos capaces de reunir recursos y conocimientos para desarrollar un proyecto de una gran magnitud, que involucra un trabajo en equipo mucho más interdisciplinario y estructurado que cualquier proyecto ordinario de la carrera universitaria. Esta competencia también involucra una convivencia entre estudiantes de todos los orígenes y condiciones sociales, lo cual se traduce en un evento único. Donde a pesar de las diferencias culturales, religiosas, económicas y regionales; el trato hacia nosotros siempre fue con cordialidad, servicio y amabilidad. Al final del día todos somos estudiantes, asesores o profesores, pero parte de un equipo que compite sanamente por poner en alto el nombre de su universidad y el de su país.

Jonathan Rojas es un ingeniero de proyecto en ALBA, dentro del equipo de Diseño y Optimización, y es alumni de la carrera de ingeniería civil y administración de la UP Campus Guadalajara.