La mejor versión de nosotros también es para los demás

Cuando era adolescente, tuve la suerte de conocer a un buen amigo que me platicó lo que es el bien común y cómo cada una de las profesiones y oficios aporta algo para la construcción de éste.

¿Que qué es el bien común? Bueno, hay varias definiciones, pero a mí me gusta resumirlo como “el conjunto de condiciones en una sociedad en la que cada uno de sus integrantes, incluidos los grupos, pueden alcanzar su perfección”.

Si vemos a la sociedad como un sistema de engranes en el que el movimiento de uno afecta a todos los demás, el que cada engrane funcione como debe funcionar ayuda a que el conjunto funcione correctamente.

Así es como cada uno de nosotros pone una piedrita para llegar al bien común. El que haya médicos, ingenieros, amas de casa, estudiantes, profesores, artistas, servidores públicos, arquitectos, diseñadores, abogados, chefs, peluqueros, por mencionar algunos, haciendo de forma excelente su trabajo, permite que una sociedad alcance el bien común. También la operación responsable de las empresas, las asociaciones civiles, los partidos políticos y todos los demás grupos que pertenecemos a la sociedad, contribuye a esta búsqueda del bien común, si lo vemos desde un nivel de grupos de engranes que funcionan como un solo engrane dentro de otro sistema de engranes.

Recuerdo que otra muy buena amiga me decía que ella quería ser médico porque así podía ayudar a las personas… Finalmente estudió ingeniería industrial y ayuda a las personas a través de la producción de coches seguros y confortables, sin mencionar los beneficios que trae al país, a la comunidad en la que se desarrolla y a ella misma, esa producción.

El punto es que cada una de nuestras tareas suma, en el plano de lo lícito, al beneficio de todos, y, por lo tanto, se espera de nosotros que se hagan de forma sobresaliente y con plena conciencia de ello.

Lo que me lleva a lo siguiente: si todas las profesiones aportan, y si lo que esperaríamos es que se realicen de forma excelente, entonces habrá que ejercer aquella que nos apasione, para así empatar nuestra realización personal con nuestra aportación a la sociedad. Viéndolo de forma simple, con el hecho de ser felices y transmitir buena vibra ya estamos aportando bastante.

En lo personal, decidí estudiar ingeniería civil porque me gustan las matemáticas y buscaba una profesión en la que se pusieran en práctica y se vieran en algo tangible. Entré a la universidad con la meta de ser diseñadora estructural, de esta forma, podía poner ese gusto, medio ñoño o ñoño y medio, al servicio de la sociedad a través de construcciones seguras.

Cuando aún estaba estudiando, tuve la oportunidad de entrar a ALBA como dibujante para luego poder hacer mis pininos como diseñadora estructural. Me encantó. Sin embargo, algo me decía que tenía que ver más.

La vida me sorprendió, y descubrí que hay una parte de la ingeniería civil que ve la evaluación de proyectos en términos financieros, otra vez matemáticas pero aplicadas de forma distinta. Estuve también directamente en la obra, que, aunque debo confesar que no es realmente una de las fases que más disfrute, sí ha sido de las que más he aprendido de mí misma.

Siempre quise volver a ALBA por la empresa que es, pero ya no para calcular. Tomó varios años para que finalmente se abriera un espacio en el que podía aportar mis conocimientos, habilidades y gustos a la empresa: Nuevos Negocios.

Actualmente, a través de la Fundación Iyari Alba, de Seismous Engineering and Research, que es la empresa hermana de ALBA dedicada a ingeniería estructural avanzada, y de la comunicación externa de ALBA, mi aporte a la sociedad va desde el apoyo a la comunidad Wixárika, a la difusión e implementación de la cultura de las construcciones seguras hasta una parte de la responsabilidad social de la empresa. También es mi meta que pueda traducirse en algo simple como llevar buena vibra a la oficina y fuera de ella.

A casi diez años de haber llegado a Guadalajara para iniciar mi licenciatura, definitivamente no es exactamente la forma como creí que estaría ejerciendo mi profesión, pero sí el fondo: haciendo lo que me apasiona, buscando ser la mejor versión de mí y contribuyendo a que el engranaje de esta sociedad funcione correctamente.

Estoy segura que la vida no dejará de sorprenderme, pero sé que el fondo seguirá siendo el mismo.

Alma Juárez es coordinadora de Nuevos Negocios en ALBA, y Directora Ejecutiva de la Fundación Iyari Alba; es ingeniera civil administradora y pasante de la maestría en administración de la construcción por la UP Campus Guadalajara.